Las hierbas silvestres siempre han tenido un gran valor para el ser humano en todas las regiones del mundo donde han formado parte de su cultura.
La gente ha hecho uso de las plantas a lo largo de la historia, acumulándose un bagaje de conocimiento sobre la flora en general, que ha permitido mejorar la calidad de vida de la sociedad. Un conocimiento que se transmitía de forma oral de generación en generación.
Se han utilizado como un recurso alimentario, medicinal, tóxico e incluso religioso. En época de hambruna ha formado una parte importante de la dieta de comunidades rurales.
Crecer en un pueblo como Alozaina ha hecho que mi vida siempre haya estado vinculada a la tierra, las plantas, los animales y el amor a la naturaleza. Ir al campo era mi recreo y el modo de vida de mi familia. Un recuerdo inolvidable es para mí un paseo en la yegua o el burro junto a mi abuelo.
Mi abuelo era poseedor de una gran sabiduría ancestral sobre plantas silvestres. Construía de manera artesanal aperos de labranza utilizando madera y fibras como el esparto, la pita, la enea y la palma.
Hacíamos canastos con varetas de olivos, escobas de palmas, sillas de enea, bastones y fibras de ataderos con pita. También recogíamos plantas para aprovechar sus propiedades medicinales como el tomillo para el resfriado y otras por su valor gastronómico el hinojo para condimentar, el eneldo para sazonar pescados, la zamandoña para hacer potajes. No se podían recolectar en cualquier época había que tener en cuenta las fechas y hasta las lunas para su recogida.
Todo este conocimiento gastronómico son un reflejo de la relación entre el ser humano y la naturaleza que he adquirido y que hoy transmito a los visitantes en mis rutas.
